jueves, 10 de noviembre de 2011

Margaritas!

Hoy 11 de noviembre se celebra en mi país el día del trabajador social, mas yo hace tiempo que dejé de celebrar ese día por dicha efeméride. A mi mente acuden margaritas... Me quiere, mucho, poquito... Deshojaba margaritas en mi mocedad para saber si la “niña” que me gustaba sentía algo por mi. Cuando el vaticinio no era lo que deseaba, tomaba otra y repetía la acción: me quiere, mucho, poquito nada, me quiere... hasta dar con aquella que entregaba la predicción esperada. Margaritas!. En mi país ellas crecen por los campos de cultivo como maleza, por lo que desde temprano aprendí por mi padre (que era pequeño agricultor) a que había que arrancarlas y no dejar ninguna que pudiera afincarse sobre los prados. Ya después de adulto compré una parcela y allí también empezaron a brotar margaritas, esa flor amarilla en su centro producto de los múltiples estambres polinizados y con una bella corona de pétalos blancos. Había también dos especies de orquídeas silvestres, hermosas flores la una amarilla con diseños de puntitos negros en el centro, sobre el pétalo que se muestra desde abajo. La otra una belleza, nunca vi flor mas delicada y hermosa. Era rara, difícil de encontrar especial, única. De tamaño pequeño quizás por la falta de nutrientes del suelo. De color blanco con diseños negros formando el boceto de una araña. Intenté cultivarla pero no pude. Pero el campo llenabase de margaritas. Un día decidí que no arrancaría mas las margaritas. 

Los años pasan y yo abandoné el campo. Hoy quizás estará siendo cultivado por otras manos y otros ojos se atiborrarán del verde que amo. El pequeño bosque de altos hualles mesclado con un ralo sotobosque de maquis y coligües talvez ya no exista. Quizás queden los manzanos y cerezos que planté en un canto y las encinas que llevé de pequeñitas desde Toltén y que puse en el deslinde oriental. Bellos árboles, alcancé a verlos hasta como de tres a cuatro metros de alto cuando su sombra ya era una delicia disfrutarla en verano. De las mudas de mutilla y de avellanos nada se si prosperaron. Planté también dos abedules y cavé un pozo hasta los seis y medio metros en busca de agua. A esa profundidad, el agua solo se hallaba en él en invierno y en verano desaparecía. En primavera me quedaba embobado mirando como la vida allí se manifestaba. Los queltehues anidaban sobre la grama mimetizados de tal forma que había que ser experto para hallarlos. Mas yo sabía el hábil comportamiento de estas hermosas aves. Se levantan silenciosamente del nido y se alejan de el caminando gacha la cabeza para luego emprender el vuelo haciendo gran barullo.Si uno se acerca al nido, pasan en vuelos rasantes sobre la cabeza del intruso amenazando clavar los agudos espolines ubicados en sus alas. Los prados engrosaban y se henchían de flores; los hualles, luego de acabarse los digüenes, comenzaban a cubrirse del verde cobertor que mantendrían hasta la llegada del otoño cuando, poco a poco, sus hojas comenzaban a enrojecer y a caer formando una delicada alfombra en el suelo. 
Si, hoy mis colegas celebran su día, yo me entrego a los recodos de mi memoria donde hay muchos recuerdos que me estremecen como junco azotado por el viento. Mirar atrás siempre es edificante porque me veo a mi mismo, yo y mis circunstancias forjándome un lugar, una vida, un hombre quizá bueno, quizá malo, pero soy aquello que he sido, y  mañana seguiré siendo aquel, con un poco de lo que hoy siento y vivo.






Bella imagen de queltehues o comunmente llamadas "treiles" (en Argentina "tero-tero; en Brasil "Quero-Quero" aunque estos primos brasileños tienen algunas pequeñas diferencias). En ella es posible ver los aguzados espolines en el ave que tiene las alas abiertas.  Mas fotos clicando en Paisajes Chilenos o bien en el enlace "Albunes de fotos".-